domingo, 19 de abril de 2009
Mi madre ha muerto
Mi madre ha muerto. Falleció el 2 de abril de 2009.
Es fácil decirlo, pero yo aun no acabo de entenderlo, de asimilarlo.
La madre es la eterna compañera, está siempre ahí, al alcance de la mano, siempre lista para todo lo que necesiten sus hijos, su único hijo en mi caso. Dispuesta a dar amor, consejos, reproches, guía a quién siempre vió como su pequeño, congelado en sus cinco, tal vez diez años.
Mi madre llegó a la Ciudad de México muy pequeña, huyendo de la pobreza de oportunidades que había en su entonces bello pueblo natal: Huixquilucan, cabecera del municipio que lleva el mismo nombre y que ahora alberga una de las zonas más exclusivas de la metrópoli.
Escasa de estudios, pero no de imaginación, no tuvo demasiados problemas para mantenerme hasta que completé mis estudios de licenciatura.
Liberal, no en la teoria sino en la práctica. Muy pocas reglas me impuso. Alegre, sonriente, conversadora.
Su religión era la católica pero nunca tuvo empacho en asistir a templos espiritistas, curanderos, brujos, escuchar a los testigos de Jeovhá o poner atención a los cristianos.
En los últimos años su fe, su confianza, la depositó en San Judas Tadeo y la Santa Muerte.
Murió después de mes y medio de enfermedades respiratorias (el cigarro fue su eterno compañero), médicos, hospitales y un tanque de oxígeno que la acompañó en su recámara por casi dos semanas.
Creo que su muerte no fué trágica, ni demasiado dolorosa, ni inesperada: se nos fue muriendo poco a poco, perdiendo paulatinamente la conciencia de lo que pasaba a su alrededor: las fechas, el lugar en dónde estaba, quién la había visitado esa misma mañana, incluso la forma en que había llegado a esa situación, lo cual me preguntaba en sus cada vez más raros ratos de lucidez.
Mi madre fue cremada, tal como ella lo había indicado en vida.
Sirva este texo como el epitafio que no cabría en su lápida.
Descanse en paz.
Jueves 16 de abril de 2009
Hoy llegué a mi departamento y tuve una deseo curioso pero no extraño: el deseo de saber de mi madre.
Sentí el deseo de levantar el teléfono y marcar a algún lugar, en dónde seguro debe estar, y preguntarle, con mucho amor
- ¡Madre! ¿cómo estás?
Si, me hubiera gustado despedirme de ella una vez más, esta vez con la esperanza de que tuviera conciencia de lo que le sucedió, no esa forma tan lenta de alejarse de la realidad, de nosotros, de mi, de su propia existencia.
Quisiera oir de sus propios labios que su salida de este mundo no fue tan terrible como ella temía. Que sintió el gran amor que le tuvimos todos los que estuvimos con ella durante esos álgidos dias. Que valió la pena vivir. Que sabe lo mucho que le debo, además de la vida misma.
Madre, deseo que sigas sonriendo hasta el fin del universo.
Es fácil decirlo, pero yo aun no acabo de entenderlo, de asimilarlo.
La madre es la eterna compañera, está siempre ahí, al alcance de la mano, siempre lista para todo lo que necesiten sus hijos, su único hijo en mi caso. Dispuesta a dar amor, consejos, reproches, guía a quién siempre vió como su pequeño, congelado en sus cinco, tal vez diez años.
Mi madre llegó a la Ciudad de México muy pequeña, huyendo de la pobreza de oportunidades que había en su entonces bello pueblo natal: Huixquilucan, cabecera del municipio que lleva el mismo nombre y que ahora alberga una de las zonas más exclusivas de la metrópoli.
Escasa de estudios, pero no de imaginación, no tuvo demasiados problemas para mantenerme hasta que completé mis estudios de licenciatura.
Liberal, no en la teoria sino en la práctica. Muy pocas reglas me impuso. Alegre, sonriente, conversadora.
Su religión era la católica pero nunca tuvo empacho en asistir a templos espiritistas, curanderos, brujos, escuchar a los testigos de Jeovhá o poner atención a los cristianos.
En los últimos años su fe, su confianza, la depositó en San Judas Tadeo y la Santa Muerte.
Murió después de mes y medio de enfermedades respiratorias (el cigarro fue su eterno compañero), médicos, hospitales y un tanque de oxígeno que la acompañó en su recámara por casi dos semanas.
Creo que su muerte no fué trágica, ni demasiado dolorosa, ni inesperada: se nos fue muriendo poco a poco, perdiendo paulatinamente la conciencia de lo que pasaba a su alrededor: las fechas, el lugar en dónde estaba, quién la había visitado esa misma mañana, incluso la forma en que había llegado a esa situación, lo cual me preguntaba en sus cada vez más raros ratos de lucidez.
Mi madre fue cremada, tal como ella lo había indicado en vida.
Sirva este texo como el epitafio que no cabría en su lápida.
Descanse en paz.
Jueves 16 de abril de 2009
Hoy llegué a mi departamento y tuve una deseo curioso pero no extraño: el deseo de saber de mi madre.
Sentí el deseo de levantar el teléfono y marcar a algún lugar, en dónde seguro debe estar, y preguntarle, con mucho amor
- ¡Madre! ¿cómo estás?
Si, me hubiera gustado despedirme de ella una vez más, esta vez con la esperanza de que tuviera conciencia de lo que le sucedió, no esa forma tan lenta de alejarse de la realidad, de nosotros, de mi, de su propia existencia.
Quisiera oir de sus propios labios que su salida de este mundo no fue tan terrible como ella temía. Que sintió el gran amor que le tuvimos todos los que estuvimos con ella durante esos álgidos dias. Que valió la pena vivir. Que sabe lo mucho que le debo, además de la vida misma.
Madre, deseo que sigas sonriendo hasta el fin del universo.
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5 comentarios:
a menudo me pregunto como me sentiré el día que mi madre ya no esté y no logro imaginarlo, supongo que por más ensayos que se hagan, uno nunca está preparado para la ausencia de un ser permanente, seguro seguirá acompañandote con esa sonrisa en tu memoria y en lo que eres de aquí hasta que dejes de ser...
Ciertamente a la edad que uno tenga... con la relación que haya existido... mamá es mamá, dirian los psicoanalistas. Yo lo comprobé cuando la mía murió y, como tú, empecé a querer saber todo... a reconocer lo quie me enseñó y lo que me dio... a reconstruir no solamente la historia sino también la subjetividad. Es curioso, pero también experimenté una extraña sensación de orfandad...
Saludos y solidaridad.
Un saludo y un abrazo solidario para ti.
Desde Tlalne.
Mi madre tambien ha muerto, fue la semana pasada y no nos esperabamos el desenlance. A pesar que nunca estube muy unida a ella pues nuestros caracteres chocaban siento una sensacion extraña. Nunca conté con ella para nada, he sido independiente y cuando necesitaba ayuda nunca se la pedí, ademas ella tampoco estaba muy por la labor de darmela, sin embargo y a pesar de este hecho siento que si alguna vez la necesito nunca estará. ¡Que tonteria¡ sin nunca estubo cuando la necesite. No sé, siento mucha pena, mas de la que creí que sentiría y tambien me siento perdida, quizas, solo con el hecho de existir ya me valia, pero ahora, siento que la necesito mas de lo que nunca la necesite.
Mi Madre también ha muerto y solo esperaba encontrar un espacio justo como este para poder desahogarme,tampoco esperábamos este desenlace para ella, y aun que al igual que Anonimo,yo tampoco era,muy unida a ella, yo si vivía con ella y me resulta muy triste cada día que pasa al saber que ya no esta, me hace mucha falta como también se que le hace a mis hermanas, a mi padre, a mi abuela y a sus amistades, siento que con su desaparición mi afán de lucha en la vida ya no es igual que antes, mi motivación para seguir es mi Padre.
No tengo ganas de nada, me importa poco si me echan del trabajo,estoy muy desmotivada, díganme como hago para pasar esto mas rápido por favor.
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