Quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren.
Así termina Paloma, una solitaria niña de doce años de edad, una de sus variadas y profundas reflexiones sobre la vida en La elegancia del erizo.
Este libro, que recién terminé anoche, está escrito por una profesora francesa de Filosofía, quién no duda en poner a prueba la inteligencia de sus lectores escribiendo sobre temas y personajes que rara vez aparecen en los best-sellers: Kant, Husserl y la fenomenología:
Tal es la fenomenología: "la ciencia de lo que que aparece a la conciencia". ¿Cómo es un día normal para un fenomenólogo? Se levanta, tiene conciencia de enjabonar bajo la ducha un cuerpo cuya existencia carece de fundamento, de toamrse unas tostadas reducidas a la nada, de vestir una ropa que es como unos paréntesis vacios, de ir al trabajo y de asir un gato.
Poco le importa que le gato exista o no y lo que el gato sea en su esencia misma. Lo que no puede decidir no le interesa. En cambio, es innegable que a su conciencia se le aparece el gato y es ese aparecer lo que preocupa a nuestro hombre.
Jugando con tres personajes principales (una portera culta, una niña inteligente y un japonés millonario) Barbery lleva al lector a un recorrido divertido sobre el arte, la grámática, la estética, la filosofía y la vida misma sin dar concesiones, siempre bajo el supuesto de que el lector es tan culto y tan listo como sus personajes clave.
¿Cómo transcurre pues la vida? Día tras día nos esforzamos valerosamente por representar nuestro papel en esta comedia fantasma. Como primates que somos, lo esencial de nuestra actividad consiste en mantener y cuidar de nuestro territorio de manera que éste nos proteja y halague, en subir o no bajar en la escala jerárquica de la tribu y en fornicar de cuantas formas podamos --aunque no fuere más que en fantasía-- tanto por el placer como por la descendencia prometida.
...
Pero nada de todo ello lo percibe nuestra conciencia. Hablamos del amor, del bien y del mal, de filosofía y civilización, y nos aferramos a esos iconos respetables como la garrapata a su perrazo caliente.
Nadie se salva, ni los socialistas franceses, ni los ignorantes millonarios ni los lectores estúpidos.
Creo que se requiere un humor ácido, un ligero amor por la filosofía y un enorme entusiasmo por la cultura para gozar plenamente este libro, el cual recomiendo ampliamente; sus más de 600,000 ejemplares vendidos y sus múltiples ediciones (sólo en mayo de 2008 se editó tres veces) respaldan mi opinión.
La elegancia del erizo.
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