martes, 19 de mayo de 2009

Usted sabe que puede contar con mi memoria

Sí, Don Mario, Usted sabe lo que hizo por mi en mis acometidas amorosas.
Sabe que tomé prestadas su palabras para decirlas al oído de la amada.
Sabe que regalé sus libros como flores, cual perfumes que entraban por los ojos,
que muchas escucharon sus poemas como si salieran de mi torpe pluma,
sintiéndose musas momentáneas, participando del engaño mútuo,
pretendiendo ser la amada Avellaneda de éste Santomé de pacotilla.
Sólo puedo pagarle con recuerdos, recitando tarde a tarde sus poemas,
abrigado en los brazos de Adelaida, que comparte con nosotros las palabras.
Esos signos que ha dejado regados por el mundo, a la espera de que caigan en los suelos
abonados por la gente que lucha por el día en que el amor sea declarado
un artículo de primera necesidad, lo cual permitirá, al fin, que
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso


Como muestra de la genialidad de Benedetti transcribo dos de los poemas de su libro Poemas de la oficina:

AMOR, DE TARDE


Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme «¿Qué tal?» y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.


LUNES


Volvió el noble trabajo
pucha qué triste
que nos brinda el pan nuestro
pucha qué triste
me meto en el atraso
hastacuandodiosmío
como un vicio tornillo
como cualquier gusano
me meto en el atraso
y el atraso me asfixia,
dos veinte, cinco quince,
me aplasta, me golpea,
once setenta, mil
trescientos veintiuno,
se me perdió una cifra
estaba aquí y ahora
tres falsos contrasientos
gotean de mi bolsillo
alguien llama alguien manda
pucha qué triste
alguien
se metió en el atraso
desordenó las pistas
y en cada diferencia
añadió tres centésimos.

Volvió el noble trabajo
aleluya
qué peste
faltan para cl domingo
como siete semanas.

2 comentarios:

ChAnd dijo...

Bueno bueno Roberto, sí que tienes para dar... Confieso que el tono tan cotidiano me resulta atractivo y desolador a la vez, pero sin duda vale la pena releerlos...

Muchos saludos.

Dr. Rafael Fernández dijo...

Decíamos ayer....