lunes, 19 de noviembre de 2007

De mujeres y otros bichos (1)

Soy un cínico. No puedo mentir. Casi.

No soy capaz de decir

-- No, no estás engordando.

Ni siquiera un compasivo

-- Si, esa blusa oaxaqueña te sienta bien.

Casi todas se ven como indias mazahuas, lo cual no es necesariamente malo.

En los raros casos en que he mentido la zozobra hace presa de mí. Temo decir la verdad la próxima vez que me pregunten lo mismo, y que me caigan en la mentira.

En alguna ocasión, al llegar a una cita, encontré a mi pareja con una compañera de trabajo. Una morena en sus treintas, ligeramente pasada de peso, sin llegar a ser gorda o repulsiva. Sus labios eran carnosos y sus ojos negros, grandes y expresivos. Sus blancos dientes asomaban coquetos en cada sonrisa.

A los cinco minutos de conocerla, y sin que nadie pidiera mi opinión al respecto, de mi estúpida boca salio un sincero:

-- Estoy seguro que en la cama eres una máquina de sexo. La sensualidad brota por cada poro de tu cuerpo.

La amplia sonrisa que me dedicó en ese momento no pudo contrarrestar la mirada de mi pareja que, sentada a mi izquierda, anunciaba un futuro conflicto.

Soy un cínico. Prefiero serlo a engañar a alguien, sobre todo a una mujer. Estoy seguro que ellas prefieren saber, desde el principio, si tengo novia, si estoy casado o si sólo se trata de un encuentro de una noche. Probablemente se sienten con el poder de cambiar esa situación en caso de que yo valga la pena para ellas. Algunas lo han logrado. Bien por ellas. Su valentía y decisión las han hecho lograr tenerme por más tiempo, a veces de forma exclusiva. A veces sinceramente enamorado de ellas.

Al abordar a aquellas que presumen estar en sus veintes (aunque mis preferidas ahora son las de treinta y cinco) siempre las sitúo en la realidad: 42 años. Divorciado. Periodista. Lejos de ser un potentado. Poeta malo pero insistente. Derrochador de mi tiempo por tener casi siempre metidas las narices en libros de todo tipo. Tequilero. Rara vez un gañán. Aunque más de una me ha dicho que soy poco hombre o un patán sin remedio. Las entiendo, la idea de perderme las bloquea la memoria y las neuronas. Para mi todas ellas has sido una damas. No podría ser de otra manera, no hubieran permanecido junto a mí más de lo que tardo en despacharme una Sauza Blanco con limón, sal y sangrita.

Soy un cínico. Tanto que no podré mentir demasiado al escribir estas historias. A veces hasta usaré los nombres de ellas. Existen demasiadas Marías o Teresas o Lupitas como para que alguna de ella se sienta descobijada. De hecho, casi todas ellas han sido Marías, mis Marías.

N. B.: Esta serie es pura ficción, cuando mucho salpicada de alguna situación real. Los nombres usados pueden son reales (hay muchas Rosas, Lauras o Rocíos en la Ciudad de México. No todas tienen que ver conmigo y no soy tan cínico como el personaje central) pero usados en situaciones ajenas a ellas.

1 comentario:

Armida Leticia dijo...

No creo que sea ficción, hay mucho de realidad en lo que escribes, es cierto que a una mujer hay que decirle la verdad desde el principio:¡Soy casado! ¡Tengo novia!,¡Me estoy divorciando!, etc. etc. Así si le gustas a una mujer ya sabe a lo que se arriesga.¿No?
A mi no me gustan los cínicos ni los patanes,todavía siento que puede existir ese hombre en un millón, que tiene eso indefinible que me ha de atraer a él sin remedio. Pero eso sí, ¡tiene que ser completamente libre!

Saludos fraternales.