lunes, 30 de abril de 2007

domingo, 29 de abril de 2007

6 meses 6: Ingrata Pérfida

Esta canción debería estar inscrita en el Palacio de las Bellas Artes de México. Es una obra fuera de serie. Su letra es muy ingeniosa y cumple su cometido pues comunica la situación creada por la ingrata.

Chava Flores fue uno de los grandes creadores del siglo XX mexicano, su extensa y conocida obra musical es un importante documento que hace la crónica de la vida diaria de las clases populares del siglo pasado.

Por otro lado, con esta canción se dió a conocer, en La Tregua, el Dueto Músico Vocal Los Cibernautas Equidistantes, formado por Rodrigo Gallardo y yo. Siendo fiel al nombre del dueto, al cantar siempre guardamos la misma distancia entre nosotros, sin importar cual sea ésta, aunque en ello nos vaya la vida.

Esa inolvidable noche cantamos a duo la Ingrata Pérfida, la cual encantó a el público presente, para sorpresa de todos, pero sobre todo de nosotros dos.

INGRATA PÉRFIDA


Ingrata pérfida,
romántica insoluta,
tu me estrujates
todito el corazón.

Y yo benévolo
hablábate de amores
y decíate
mi anémica pasión.

Burlábates todita
de mi ánimo extasiado
andábates creyendo
qui iríame yo a matar.

Pero fallote
y ecuánime reprocho
tu intrínsico deseo
que indúceme a olvidar

Salga lo que salgare
ahora te involucro
en las sucias maniobrias
que usates para mí.

Ingrata méndiga
palabras no son obras
ahora tú, tú, tú me sobras
y yo te falto a tí.

6 meses 6: Y aunque he sido feliz ...

Esta es una vieja canción de Miguel Porcel que conocí gracias a la interpretación de Amaury Pérez.

Es la segunda vez que recurro a ella, lo que significa que la felicidad es reiterativa, aunque también la memoria.

Diario


Me preguntas qué ha sido de mí
en los últimos años,
desde que me fui
con las aves más viejas
que emigran al sol,
y si mi canto se ha muerto
entre sueños de amor.

Y confundes la falta de fe
con la pena y el llanto
que hoy marcan mi sien,
y entre tantas preguntas
llegas a pensar
que he olvidado tu beso
y tu forma de estar,
que de nada ha servido
perder la belleza
de tanto mimar.

Vivo con mis sueños al pairo,
así, como siempre,
sigo siendo lo mismo
que en aquel entonces:
una oveja perdida, un poco más viejo
o, no sé, tal vez más inocente.

Entre las algas y las caracolas
me hice un amante fiel a mi manera,
sin más defensa que las ilusiones
o el vuelo que me trajo una paloma.

Abandoné mi cuerpo a la llovizna
y he sentido la falta de tu beso,
pero me dio la tierra una riqueza
que tu aliento y tu beso no me dieron.

He visto que la flor se muere sola
porque siempre le falta un compañero.

Cuando la soledad me acariciaba
me aprendí el refranero de memoria,
alimentando el verbo y la sonrisa
de una brisa nocturna y aleatoria.

Y tras almacenar rayos de luna
comprendí que la dicha no era eterna,
pero la tierra siempre blanda y buena
acunó mi canción y me dio fuerza.

He tenido en mis manos las palabras,
las que, te confesaré, sirven de poco,
los besos se reparten como el agua
y la sed sigue siendo para todos.

Y como ves, solamente he vivido
del alba al ocaso,
como un labrador
hoy cuento con mis brazos,
sin miedo, sin prisa,
creo que eso sí,
que ha cambiado mi risa.

Tengo un credo para resistir
la nostalgia del tiempo,
aún creo en el amor,
ahora paso el invierno
más cerca del mar,
no me faltan amigos,
tengo un trozo de pan,
mi guitarra y un hijo;
en fin, que no me puedo quejar.

Y aunque he sido feliz...
yo pienso en ti.

6 meses 6: Canción de adiós

Por estas fechas cumplo seis meses de haber sido abandonado, liberado, olvidado, vejado, desviejado, dejado en soledad, vuelto a la circulación.

Para conmemorarlo escribiré algunas entradas relacionadas con ese hecho, algunas propios y otras prestadas involuntariamente.

La primera es esta reciente canción de Coti, la cual que escuché esta mañana (6:10 am) y que está escrita con el estilo del genio mexicano Chava Flores.

CANCION DE ADIOS


Fuiste la luz de mi vida
y mi musa preferida
pero todo se acabó
fuiste mi cruz de rosario
mi suerte en el calendario
la dueña de mi colchón

Fuiste un tango puro y duro
escrito en papel oscuro
que no quiero ni cantar
una guitarra sin cuerdas
un collar falso de perlas
que nunca vieron el mar

Fuiste un jardín de malvones
un vinilo sin rayones
una dama de verdad
que duró 15 minutos
y ahora me dejas el luto
de no querer verte más

Fuiste una lady Madonna
fuiste un gol de Maradona
fuiste la mano de dios
fuiste todo pero fuiste
yo no se si me entendiste
que te estoy diciendo adiós

Fuiste un "Día que me quieras"
fuiste Gardel y Le Pera
y la Isla de Camarón
fuiste en Madrid, Hortaleza
y en Buenos Aires princesa
reina de mi corazón

Fuiste la luz de mi vida
y mi musa preferida
que ya no puedo expirar
ni un canto ni una ranchera
ni un solo verso siquiera
solo esta canción de adiós

Fuiste la luz de mi vida
y mi musa preferida
que ya no puedo expirar
ni un tango ni una ranchera
ni un solo verso siquiera
solo esta canción de adiós

Y este fue mi testamento
de un amor que de contento
no me dejó ni el sudor
solo queda despedirme
con voz ronca pero firme
el mal trago ya paso

Medio vals mitad ranchera
le pongo el nombre que quieras
y lo pinto Rock and Roll
aquí adelante de todos
le estoy diciendo a mi modo
te estoy diciendo a mi modo
buena suerte, chau, adiós

viernes, 27 de abril de 2007

Santiago: una historia digna de ser contada (2)

Santiago se había quedado en la Presa de San José. Anita pensaba mucho en él, pero era muy difícil llevarlo a San Luis Potosí, la ciudad capital, o a Metepec. Por un lado Santiago es algo pesado, no que tenga mal carácter o que haga bromas pesadas. Hablo de peso, de kilogramos. Además está muy arraigado a ese sitio: seguramente le dolería mucho despegarse de la cortina de la presa. Finalmente, Santiago debe ser propiedad de la nación, o del estado de SLP o de la ciudad de SLP o de alguien. Uno no puede simplemente tomar a Santiago, echarlo al auto e irse tan campante. Hay guardias en la presa; seguramente no dejarían salir a nuestro amigo.

Pero Santiago nos tenía una sorpresa. O más bien, sus parientes. En una de la bellas plazas de San Luis Potosí aparecieron varios de ellos. Tardamos en reconocerlos pues se ocultan cerrando los ojos y manteníendose serios, muy serios. Sin embargo un cuate los delató. Lo descubrimos platicando con un primo de Santiago. Anita y yo estamos seguros que ese cuate de sudadera roja le decía, con la voz bajita:


-- Mira Pedro, son Ana y Roberto, los amigos nuevos de Santiago. No abras los ojos, no es bueno que sepan que ustedes viven acá, que se escaparon de San José.


Yo me hice buey, Anita simplemente volteó para otro lado. ¡El de rojo habló en plural! ¿Habría más parientes de Santiago en la plaza?


¡Si había más! Anita corrió pues vió la espalda de otro pariente de nuestro personaje. Éste, que era hermano de Santigo, estaba platicando con dos chavos de San Luis Potosí. Ellos lo negaron al principio, pero al final, previo chantaje con un algodón de azúcar, cinco obleas y dos cocas bien frías, aceptaron que Samuel era hermano de Santiago.

-- Pero no se lo digan a nadie -- nos rogó uno de ellos, con la boca llena de obleas y los labios coloreados por el algodón -- pues no queremos que los regresen a la presa. Sólo platican con chavos de San Luis, menores de 10 años y que no le vayan al América.


Anita y yo tratamos de hacer hablar a los parientes de Santiago. Yo, incluso, le di unos golpes en el coco a uno de ellos, pero sin suerte. No respondieron. Anita incluso les prometió una enchiladas huastecas si abrían los ojos o hablaban, pero no cayeron en la tentación. Yo estoy casi seguro que vi a Samuel tragar saliva y a Pedro parpadear un poco, por el antojo; pero los muy serios se aguantaron las ganas.



Chin, espero que esos chavos de San Luis Potosí no usen internet, y menos que sean aficionados a leer blogs chidos, pues se darían cuenta que no cumplimos la promesa de guardar el secretito.

Nos dio gusto que Santiago tuviera familia y que vivieran en el bello centro de la ciudad de San Luis. ¿Habría más parientes de Santiago en la huasteca potosina? ¿Nos hablarán por fin? ¿Las enchiladas potosinas y las huastecas serán tan buena allá? ¿Anita lava la tina? No se pierdan la siguiente nota de esta excitante serie.

martes, 24 de abril de 2007

Semanario

venerarte el
viernes,
saborearte el
sábado,
dominarte el
domingo,
alucinarte el
lunes,
amarte el
martes,
mordisquearte el
miércoles,
joderte el
jueves,

sería una buena manera
de pasar esta semana
contigo

Café La Tregua (4)

Ayer pasé presuroso por La Tregua. Poca gente, casi todos conocidos. Eran casi las 10 de la noche. Un cielo gris y un viento insistente presagiaban una lluvia inminente. No contaba con mucho tiempo para detenerme en mi cafetería preferida: antes de las 10:30 debía hacer una llamada a Metepec. Dudé, pero el saber que al llegar casa tendría que prepararme algo de café y revisar el refri para ver que tenía para cenar me ayudó a decidir que lo mejor sería hacer una pequeña escala y aprovechar para saludar a mis amigos.

En el fondo, en el sofá con dos plazas, estaban Esther y Chucho --el trovador de los sábados. En una de las orillas de la barra se encontraban Brenda, Abraham y Ulises con una computadora portatil como foco de su atención. Más allá, en la pared más alejada, una pareja de jóvenes se besaban apasionadamente, alejados de cualquier cosa que no fuera sus labios, sus lenguas y sus humedades.

Inmediatamente le pedí a Brenda una hoja de papel para escribir el poema que se me ocurrió entre las estaciones Pino Suárez y Popotla. Lo escribí tal como me lo dictaba mi memoria y presuroso me acerqué a donde estaba la poeta más cercana: Esther.

Me acerqué a Esther y a Chucho. Sobre una pequeña mesa se veían varias hojas de papel pautado, con notas y palabras. Esther estaba ayudando a Chucho a mejorar los tiempos de la letra de una canción. Algo comentamos acerca de las canciones de Arjona y su falta de métrica. Coincidimos en que tiene algunas metáforas excelentes y algunas dignas de la basura. Le mostré mi poema recién salido del horno a Esther y a Chucho. Esther me recomendó un cambio y le dije que lo pensaría. Chucho mencionó que sería bueno ir por la guitarra para probar lo que habían hecho y ambos desaparecieron para conseguir el instrumento.

Regresé a la barra, pedi un café americano y unos bisquets con mermelada. Brenda y compañía seguían muy divertidos leyendo en la portatil.

Se acercó Eduardo e hicimos algunos comentarios sobre las nueva obra pictórica que se está presentando en las paredes del lugar y acerca de la hora en que finalizó el festejo del sábado pasado por el primer aniversario de La Tregua. Mientra yo cenaba charlamos un poco sobre ópera. Eduardo me prometió dejarme copiar algunos de los muchos DVDs que tiene (Carmen, El Trovador, Cyrano de Bergerac, Aída, etc.) . Le hice saber de mis preferencias malherianas. Hablamos de fotografía, una de las pasiones de Eduardo, y le recomendé la lectura de 'El pintor de batallas' de Pérez-Reverte, pues en esta obra el autor analiza de una manera muy interesante el papel de los fotógrafos en los conflictos bélicos.

Casi eran las 10:30, me despedí de Eduardo. El preguntó si había escrito algo sobre La Tregua recientemente. Le dije que no.

El poema que escribí lo publico más adelante.

Al salir sentía la fresca lluvia sobre mi rostro. En ocasiones la lluvia es una bendición, igual que la vida misma.

Por si fuera poco, una llamada esperaba en mi departamento.

En La Tregua, una estancia de 40 minutos es rica en posibilidades y encuentros del primer tipo.

Eduardo, ya escribí, gracias por darme contenido para mi Bitácora de Ensayo.

lunes, 23 de abril de 2007

Santiago: una historia digna de ser contada (1)

Hace un par de semanas visitamos Lala, Anita y yo la hermosa ciudad de San Luis Potosí, en el estado del mismo nombre. Nos hospedamos en la casa de Georgina, una antigua amiga de Lala, quien fue una espléndida anfitriona. A sugerencia de Javier, novio de Georgina, fuimos al Paseo de la Presa de San José. Ese 6 de abril de 2007 resultó un día divertido. La presa y sus alrededores son muy bellos y mucha gente de la ciudad la visita para distraerse o comer, en el mercado del paseo, las ricas enchiladas potosinas, las enchiladas huastecas y las sabrosa gorditas con innumerables rellenos.

Ahí conocimos a Santiago de una manera curiosa: Al pasar por la parte superior de la cortina de la presa, un par de chicas abrazaban a Santiago, una de cada lado. Una de de ellas estiraba el brazo izquierdo tanto como podía para enfocar su teléfono móvil y así obtener una buena toma de las caras de ellas, enmarcando a nuestro personaje. El nombre, hasta donde recuerdo, lo mencionó una de las chicas.

Sugerí a Anita que se tomara una foto con Santiago, la idea le pareció súper y así nació esa amistad que se convirtió en algo digno de contarse y que reseñaré en varias entregas.

Esta es la foto de Anita y Santiago. Es notable la inmensa felicidad que ambos reflejan. Creo que Santiago llevaba años esperando a Anita, dejándose retratar por otras personas mientras llegaba esta amiga tan esperada , quien tardó en presentarse debido a que vive en la lejana zona de Metepec, en el Estado de México, pegadito a Toluca.

Anita, a partir de ese momento, supo que nunca olvidaría a Santiago. Lo que desconocía es que nuestro rocoso y duro amigo nos iba a acompañar durante el resto del viaje. Ya verán, queridos lectores, que Santiago, sus amigos y sus antepasados aparecieron en los lugares más inesperados, y que el final de esta historia será como de película.

sábado, 14 de abril de 2007

Un chingo de ostiones

Hace algunos días desayuné es el Restaurante del Lago, en Chapultepec, con Lala y algunos de sus familiares. Ya casi al final del brunch llegó Héctor, vestido con un impecable traje italiano comprado en el Lago Como.

Después de saludar a cada uno de nosotros llamó a un mesero, quien con su mejor sonrisa le preguntó

-- ¿En que le puedo servir, señor?

Héctor, con el desparpajo que lo caracteriza le contestó

-- Por favor traéme un chingo de ostiones.

-- Con todo gusto ¿cuántos desea que le traiga?

-- Ya te dije --espeto Héctor, casi molesto-- ¡un chingo!

Yo, con ánimos de salvar la situación, miré al sorprendido empleado y le expliqué

-- Un chingo de ostiones son más de una docena.

Al mesero se le iluminó el rostro y presuroso se alejó a cumplir con la escrupulosa petición de Héctor.

Todas las mujeres

La tarde se llenó de tonos naranja. Al entrar a la calle de Gante sentí que te pegabas a mi gracias al frío vientecillo de noviembre que suele anunciar nuestros benévolos inviernos. La ciudad de México, tranquila en ese crepúsculo de jueves, nos había acogido una vez más. Era el marco perfecto para nuestros intentos de acompañar nuestras soledades. Las visitas a las innumerables y bellas iglesias me recordaban, cada vez, tu apego a la religión: al entrar en ellas te santiguabas, bajabas la cabeza humildemente y al volver la cara hacia el frente tus ojos azules anunciaban que ya te habías otorgado el permiso para el gozo estético del templo. Te transformabas en una ávida consumidora del arte sacro. Me explicabas las características de cada cuadro, del manejo de la luz, de la técnica pictórica usada, del contexto histórico y religioso en que se pintó cada cuadro, el pasaje de la Biblia que se ilustraba con las varias escenas de algunas obras. Tu visión de Diós, tú Diós, se volvía estética, histórica, gozosa. Esta es la parte en que ambos coincidíamos. Sin embargo, cuando empezabas las explicaciones yo prefería ver tu rostro, tu ojos, ver que de tu boca salían palabras sabias, conocedoras, contundentes. Tu imagen, la de tu esbelto cuerpo, brazos y manos me decían más que el mismo cuadro. Me transmitían las emociones del autor, del santo inmolado, de la virgen en éxtasis por razones ¿divinas?

Como siempre, acabamos en alguna de las cantinas del centro histórico. Tú, cerveza oscura, yo, tequila doble, derecho, con sangrita y muchos limones. A pesar de que habían pasado sólo tres meses desde que nos conocimos realmente nos habíamos reunido pocas veces --setenta kilómetros separan nuestras ciudades --, así que casi en cada visita me preguntabas cual era la mejor manera de tomar el tequila, y yo, pacientemente, te explicaba que no sabía cual era la mejor manera, pero que te podría hablar de la mía: poner un poco de sal en el limón, exprimir un poco del zumo en la boca, retenerlo y tomar un poco de tequila. La mezcla de los ingredientes debe hacerse en la boca, te explicaba, no en el caballito, eso me parece una barbaridad. En ocasiones hay que dar un pequeño sorbo a la sangrita, siempre posterior al trago de tequila, en momentos separados por algunos segundos.

Mientras tomabas tu cerveza observaba la claridad de tu mirada. Esa mirada que siento que me atraviesa, que mira, de golpe, hasta el fondo de mis pensamientos más recónditos; que te permite, casi de manera infalible, predecir lo que te voy a decir, lo que estoy a punto de hacer con tu cuerpo, que casi me guía cuando me pierdo en el inmenso valle de posibilidades que tus largas, larguísimas piernas me prometen.

Tu representas, en este momento de mi vida, a todas las mujeres del mundo. Para mi eres un modelo de la mujer moderna: autosuficiente, madura, valiente, segura de sus encantos. Tu amor, ese extraño amor que a veces tengo que pedirte que lo concretes en palabras, es diferente a todo y la suma de todos los amores posible. Mantienes un atractivo equilibrio entre un aparente desinterés por mí y una entrega total cuando lo reclamo. Tu amor lo descubro en detalles casi imperceptibles: una caricia inesperada, esa sonrisa tuya que viene desde muy profundo, esa casi incondicional disponibilidad para nuestras locuras, esa furia con que solemos amarnos, esa dulzura con que me recibes el café matutino en el lecho.

Después de un poco de botana cantinera y de algunos tragos regresamos al ruido de fondo de la antigua Tenochtitlan. Caminamos hasta la Alameda para recoger tu auto. Me llevaste hasta mi departamento y decidiste, esta vez, no entrar; pero prometiste volver el sábado y pagar con creces la premura por llegar a tu ciudad. Un beso selló nuestro acuerdo. Pasaré dos días más deseándote, planeando minuciosamente esa tarde sabatina que parece lejanísima, pero con la certeza de que será inolvidable, intensa.

Eres mí compañera feliz en este deambular errático por ciudades y selvas. Eres todas las mujeres del mundo. Eres mía. Eres. Soy.