lunes, 23 de abril de 2007
Santiago: una historia digna de ser contada (1)
Hace un par de semanas visitamos Lala, Anita y yo la hermosa ciudad de San Luis Potosí, en el estado del mismo nombre. Nos hospedamos en la casa de Georgina, una antigua amiga de Lala, quien fue una espléndida anfitriona. A sugerencia de Javier, novio de Georgina, fuimos al Paseo de la Presa de San José. Ese 6 de abril de 2007 resultó un día divertido. La presa y sus alrededores son muy bellos y mucha gente de la ciudad la visita para distraerse o comer, en el mercado del paseo, las ricas enchiladas potosinas, las enchiladas huastecas y las sabrosa gorditas con innumerables rellenos.
Ahí conocimos a Santiago de una manera curiosa: Al pasar por la parte superior de la cortina de la presa, un par de chicas abrazaban a Santiago, una de cada lado. Una de de ellas estiraba el brazo izquierdo tanto como podía para enfocar su teléfono móvil y así obtener una buena toma de las caras de ellas, enmarcando a nuestro personaje. El nombre, hasta donde recuerdo, lo mencionó una de las chicas.
Sugerí a Anita que se tomara una foto con Santiago, la idea le pareció súper y así nació esa amistad que se convirtió en algo digno de contarse y que reseñaré en varias entregas.
Esta es la foto de Anita y Santiago. Es notable la inmensa felicidad que ambos reflejan. Creo que Santiago llevaba años esperando a Anita, dejándose retratar por otras personas mientras llegaba esta amiga tan esperada , quien tardó en presentarse debido a que vive en la lejana zona de Metepec, en el Estado de México, pegadito a Toluca.
Anita, a partir de ese momento, supo que nunca olvidaría a Santiago. Lo que desconocía es que nuestro rocoso y duro amigo nos iba a acompañar durante el resto del viaje. Ya verán, queridos lectores, que Santiago, sus amigos y sus antepasados aparecieron en los lugares más inesperados, y que el final de esta historia será como de película.
Ahí conocimos a Santiago de una manera curiosa: Al pasar por la parte superior de la cortina de la presa, un par de chicas abrazaban a Santiago, una de cada lado. Una de de ellas estiraba el brazo izquierdo tanto como podía para enfocar su teléfono móvil y así obtener una buena toma de las caras de ellas, enmarcando a nuestro personaje. El nombre, hasta donde recuerdo, lo mencionó una de las chicas.
Sugerí a Anita que se tomara una foto con Santiago, la idea le pareció súper y así nació esa amistad que se convirtió en algo digno de contarse y que reseñaré en varias entregas.
Esta es la foto de Anita y Santiago. Es notable la inmensa felicidad que ambos reflejan. Creo que Santiago llevaba años esperando a Anita, dejándose retratar por otras personas mientras llegaba esta amiga tan esperada , quien tardó en presentarse debido a que vive en la lejana zona de Metepec, en el Estado de México, pegadito a Toluca.
Anita, a partir de ese momento, supo que nunca olvidaría a Santiago. Lo que desconocía es que nuestro rocoso y duro amigo nos iba a acompañar durante el resto del viaje. Ya verán, queridos lectores, que Santiago, sus amigos y sus antepasados aparecieron en los lugares más inesperados, y que el final de esta historia será como de película.
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