sábado, 10 de marzo de 2007

La siesta de Lala

Hace unos minutos llegamos a mi departamento, después de ir comer y a oir la presentación que hizo Tere Quiterio de su libro acerca del lupus, en el Centro Médico Siglo XXI.
Mas tarde iremos a celebrar el cumpleaños de Ivan a La Condesa. El lugar, un bar con jazz en vivo, promete ser atractivo.
Lala está durmiendo una siesta, la despertaré a las 20:00 para que tenga tiempo suficiente para arreglarse y llegar a la reunión a una hora aceptable.
Una voz en off me informa que el Toluca ya le metió a Tigres el segundo gol en menos de 15 minutos.
Lala duerme en la recámara contigua; sin embargo siento su presencia muy cercana. Casi escucho su aliento en mi oreja, como si estuviera leyendo lo que voy escribiendo. Imagino su sonrisa franca, abierta al darse cuenta de que su existencia me motiva a escribir sobre las pequeñas cosas que van tejiendo la vida: su siesta, la cercana ceremonia en donde eligiremos -de entre dos opciones- lo que vestirá la noche de hoy, el sobresalto de saber que debemos ir disfrazados de personaje de película a la fiesta de Iván, so pena de que alguien en la entrada se encargue de improvisar el disfraz.

Lala duerme.
¿Soñará?
Yo espero el despertar de Lala.
Imagino el micro desfile de modas que se acerca.
Lala existe.
Yo vivo.

El papel de la pareja es ser un testigo, el testigo de nuestra vida. Un espectador activo que dé fé de que el otro vive, de que el otro existe. La pareja le da sentido a la existencia personal al compartir la vida cotidiana, los grandes momentos, las tragedias, los triunfos. Uno espera que la vida no haya sido en vano, que al menos alguien, la pareja, la haya observado de cerca, que alguien pueda dar fé de que existimos, de que hayan quedado en la memoria de alguien tan importante como el ser amado las flores y los cantos que deseaba Nezahualcóyotl:

¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mi sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos


Lala, soy testigo de tu siesta, quiero serlo de toda tu vida.
Espero que las flores y los cantos, mis flores y mis cantos, sean parte de tus sueños.

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