viernes, 27 de abril de 2007
Santiago: una historia digna de ser contada (2)
Santiago se había quedado en la Presa de San José. Anita pensaba mucho en él, pero era muy difícil llevarlo a San Luis Potosí, la ciudad capital, o a Metepec. Por un lado Santiago es algo pesado, no que tenga mal carácter o que haga bromas pesadas. Hablo de peso, de kilogramos. Además está muy arraigado a ese sitio: seguramente le dolería mucho despegarse de la cortina de la presa. Finalmente, Santiago debe ser propiedad de la nación, o del estado de SLP o de la ciudad de SLP o de alguien. Uno no puede simplemente tomar a Santiago, echarlo al auto e irse tan campante. Hay guardias en la presa; seguramente no dejarían salir a nuestro amigo.
Pero Santiago nos tenía una sorpresa. O más bien, sus parientes. En una de la bellas plazas de San Luis Potosí aparecieron varios de ellos. Tardamos en reconocerlos pues se ocultan cerrando los ojos y manteníendose serios, muy serios. Sin embargo un cuate los delató. Lo descubrimos platicando con un primo de Santiago. Anita y yo estamos seguros que ese cuate de sudadera roja le decía, con la voz bajita:
-- Mira Pedro, son Ana y Roberto, los amigos nuevos de Santiago. No abras los ojos, no es bueno que sepan que ustedes viven acá, que se escaparon de San José.
Yo me hice buey, Anita simplemente volteó para otro lado. ¡El de rojo habló en plural! ¿Habría más parientes de Santiago en la plaza?
¡Si había más! Anita corrió pues vió la espalda de otro pariente de nuestro personaje. Éste, que era hermano de Santigo, estaba platicando con dos chavos de San Luis Potosí. Ellos lo negaron al principio, pero al final, previo chantaje con un algodón de azúcar, cinco obleas y dos cocas bien frías, aceptaron que Samuel era hermano de Santiago.
-- Pero no se lo digan a nadie -- nos rogó uno de ellos, con la boca llena de obleas y los labios coloreados por el algodón -- pues no queremos que los regresen a la presa. Sólo platican con chavos de San Luis, menores de 10 años y que no le vayan al América.
Anita y yo tratamos de hacer hablar a los parientes de Santiago. Yo, incluso, le di unos golpes en el coco a uno de ellos, pero sin suerte. No respondieron. Anita incluso les prometió una enchiladas huastecas si abrían los ojos o hablaban, pero no cayeron en la tentación. Yo estoy casi seguro que vi a Samuel tragar saliva y a Pedro parpadear un poco, por el antojo; pero los muy serios se aguantaron las ganas.
Chin, espero que esos chavos de San Luis Potosí no usen internet, y menos que sean aficionados a leer blogs chidos, pues se darían cuenta que no cumplimos la promesa de guardar el secretito.
Nos dio gusto que Santiago tuviera familia y que vivieran en el bello centro de la ciudad de San Luis. ¿Habría más parientes de Santiago en la huasteca potosina? ¿Nos hablarán por fin? ¿Las enchiladas potosinas y las huastecas serán tan buena allá? ¿Anita lava la tina? No se pierdan la siguiente nota de esta excitante serie.
Pero Santiago nos tenía una sorpresa. O más bien, sus parientes. En una de la bellas plazas de San Luis Potosí aparecieron varios de ellos. Tardamos en reconocerlos pues se ocultan cerrando los ojos y manteníendose serios, muy serios. Sin embargo un cuate los delató. Lo descubrimos platicando con un primo de Santiago. Anita y yo estamos seguros que ese cuate de sudadera roja le decía, con la voz bajita:
-- Mira Pedro, son Ana y Roberto, los amigos nuevos de Santiago. No abras los ojos, no es bueno que sepan que ustedes viven acá, que se escaparon de San José.
Yo me hice buey, Anita simplemente volteó para otro lado. ¡El de rojo habló en plural! ¿Habría más parientes de Santiago en la plaza?
¡Si había más! Anita corrió pues vió la espalda de otro pariente de nuestro personaje. Éste, que era hermano de Santigo, estaba platicando con dos chavos de San Luis Potosí. Ellos lo negaron al principio, pero al final, previo chantaje con un algodón de azúcar, cinco obleas y dos cocas bien frías, aceptaron que Samuel era hermano de Santiago.
-- Pero no se lo digan a nadie -- nos rogó uno de ellos, con la boca llena de obleas y los labios coloreados por el algodón -- pues no queremos que los regresen a la presa. Sólo platican con chavos de San Luis, menores de 10 años y que no le vayan al América.
Anita y yo tratamos de hacer hablar a los parientes de Santiago. Yo, incluso, le di unos golpes en el coco a uno de ellos, pero sin suerte. No respondieron. Anita incluso les prometió una enchiladas huastecas si abrían los ojos o hablaban, pero no cayeron en la tentación. Yo estoy casi seguro que vi a Samuel tragar saliva y a Pedro parpadear un poco, por el antojo; pero los muy serios se aguantaron las ganas.
Chin, espero que esos chavos de San Luis Potosí no usen internet, y menos que sean aficionados a leer blogs chidos, pues se darían cuenta que no cumplimos la promesa de guardar el secretito.
Nos dio gusto que Santiago tuviera familia y que vivieran en el bello centro de la ciudad de San Luis. ¿Habría más parientes de Santiago en la huasteca potosina? ¿Nos hablarán por fin? ¿Las enchiladas potosinas y las huastecas serán tan buena allá? ¿Anita lava la tina? No se pierdan la siguiente nota de esta excitante serie.
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1 comentario:
Jajaja, la historia va cumpliendo muy bien las expectativas que generarar el primer capítulo. Muchos saludos, Roberto, así como a Lala, Anita, Samuel, Pedro y Santiago. :)
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