miércoles, 20 de diciembre de 2006
Tubo en el Metro de la Ciudad de México
Era un día entre semana. Aproximadamenta a las 12:00 horas. Poca gente usaba en ese momento la línea 2 del Metro de la Ciudad de México. A diferencia de lo que pasa en las horas de mayor afluencia, el vagón en el que viajaba hacia el centro de la ciudad estaba semivacio. Era uno de esos bellos vagones, intercomunicados unos con otros, que llevan, en la parte media, dos tubos verticales para que los usuarios se sujeten a ellos. Yo iba sentado en una de las largas bancas laterales del tren.
El vagón paró en la estación Normal, se abrieron las puertas, y apareció ella seguida de los gritos desaforados de su madre:
-- ¡No empieces! ¡Por favor, no empieces!
La niña de 5 años, desoyendo la petición de su madre, corrió velozmente desde la puerta del vagón hacia el tubo vertical que le quedaba más cercano.
Su madre reforzaba sus súplicas aumentando el volumen de sus gritos:
-- ¡Ya no te vuelvo a llevar al centro otra vez! ¡Nunca me haces caso! ¡Te estoy hablando!
Ella ya casi llegaba al tubo. Los gritos de la madre alertaron a los pasajeros y todos volteamos hacia la pequeña para observar los motivos de la preocupación de su madre.
Por fin llegó. Tomó el tubo con la mano izquierda. Se impulsó y giro, feliz, alrededor del brillante tubo. Su corta falda se hinchó de aire y aumentó de diámetro. Su cara se llenó de dicha.
Pero la felicidad no es eterna. Su madre, apenada al pensar que el futuro de su hija estuviera en algún antro, dedicada al table dance no acertaba en la acción a tomar. ¿O sería que la niña simplemente repetía lo que veía a su madre hacia en casa? No importaba, la madre no quería que los pasajeros observáramos las dotes de vedette de su pequeña. Antes de que arrancara el tren la mamá había llegado hasta la artista en ciernes, la había tomado de la mano en una de las múltiples vueltas y la había obligado a sentarse con ella.
Para entonces todos los pasajeros que fuimos testigos de los hechos reíamos a carcajadas o conteníamos con esfuerzos la risa que trataba de escaparse.
La función duró menos de 5 segundos, pero estoy seguro que a muchos de nosotros nos alegró el día.
El vagón paró en la estación Normal, se abrieron las puertas, y apareció ella seguida de los gritos desaforados de su madre:
-- ¡No empieces! ¡Por favor, no empieces!
La niña de 5 años, desoyendo la petición de su madre, corrió velozmente desde la puerta del vagón hacia el tubo vertical que le quedaba más cercano.
Su madre reforzaba sus súplicas aumentando el volumen de sus gritos:
-- ¡Ya no te vuelvo a llevar al centro otra vez! ¡Nunca me haces caso! ¡Te estoy hablando!
Ella ya casi llegaba al tubo. Los gritos de la madre alertaron a los pasajeros y todos volteamos hacia la pequeña para observar los motivos de la preocupación de su madre.
Por fin llegó. Tomó el tubo con la mano izquierda. Se impulsó y giro, feliz, alrededor del brillante tubo. Su corta falda se hinchó de aire y aumentó de diámetro. Su cara se llenó de dicha.
Pero la felicidad no es eterna. Su madre, apenada al pensar que el futuro de su hija estuviera en algún antro, dedicada al table dance no acertaba en la acción a tomar. ¿O sería que la niña simplemente repetía lo que veía a su madre hacia en casa? No importaba, la madre no quería que los pasajeros observáramos las dotes de vedette de su pequeña. Antes de que arrancara el tren la mamá había llegado hasta la artista en ciernes, la había tomado de la mano en una de las múltiples vueltas y la había obligado a sentarse con ella.
Para entonces todos los pasajeros que fuimos testigos de los hechos reíamos a carcajadas o conteníamos con esfuerzos la risa que trataba de escaparse.
La función duró menos de 5 segundos, pero estoy seguro que a muchos de nosotros nos alegró el día.
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2 comentarios:
chida historia
A cualquier niño o niña, le dan ganas de hacer eso en cualquier tubo, no necesariamente para entrenarse como "teibolera" o "estriper". ¿No crees?
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