martes, 8 de mayo de 2007

¿A qué me sabe tu amor?

Todos hemos oído promesas de amor incumplibles o incumplidas:

- ¡Te amaré toda la vida!

- ¡Por tí soy capaz de matar!

- ¡Pídeme lo que quieras!

- ¡Seré tu esclava!

Su popularidad debe estar basada en eso, en su incumplimiento.

A mí, en cambio, me acaban de cumplir una promesa de amor:

Hace poco ella me dijo, poníendo en mis los labios una fruta pequeña y ácida recién cosechada de un arbusto del jardín de su casa:

- No compres mermelada, te haré una de frambuesa o zarzamora.

Primero trató de colectar las frutillas de los arbustos de su huerto personal. Fueron pocas e inmaduras.

Luego trató de comprarlas en un súpermercado. Estaban a precio de oro.

Luego intentó de conseguirlas en el mercado público del centro de su ciudad. Las vendedoras ambulantes que llevaban sus productos para venderlos afuera de ese mercado ya tienen prohibido hacerlo.

No tuvo más remedio que entregarse a la trasnacional y comprar las zarzamoras en el súper de su colonia.

El domingo pasado me dió la sorpresa. Sacó de su refrigerador un recipiente de plástico hermético, uno de esos conocidos por la plebe como topercitos, y me mostró una mermelada de zarzamora hecha con su propias manos y siguiendo su receta exclusiva.

Puso un poco de la mermelada en un trozo de pan. Me lo dio a probar en la boca. Me supo a Gloria. Ella hace la mejor mermelada de zarzamora que haya probado en mi vida. Dulce, con una acidez casi imperceptible, con la viscosidad perfecta y el sabor original de la fruta.

Antes de desecharla compartimos la limpieza de la cuchara cafetera que usó: yo la parte frontal, ella la posterior. Finalmente dijo:

- No olvides guardarla en tu refri, pues como no tiene conservadores puede echarse a perder.


Le aseguré que no habría problema con eso; la mermelada no tendria oportunidad de enmohecerse o echarse a perder: su vida estaba destinada a ser corta.



Lala, cumpliste tu promesa de amor.

Tu amor me sabe a zarzamora.

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